Reseña: El señor Jean Integral (Dupuy y Berberian)

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El señor Jean es un tipo normal y corriente que lo único que lo podría diferenciar de ti o de mí es que se trata del autor de ‘La mesa de ébano’, un éxito literario que lo ha catapultado al reconocimiento nacional. Por lo demás, Jean se mueve por la vida como nosotros, con sus temores e ilusiones, sus muchas dudas y escasas certezas, sus amoríos y sus desventuras: bien podríamos girar la esquina y encontrarnos con él. Este es, sin duda, uno de los muchos aciertos de Dupuy y Berberian: un personaje real, casi de carne y hueso, con el que compartimos muchas de sus inquietudes; un personaje al que vemos crecer y evolucionar a lo largo de los años, con sus altibajos.

Jean vio la luz el año 1991 y, durante 14 años, sus lectores han estado devorando cada nueva historieta que ha nacido de las cabezas y plumas de sus dos autores, quienes comparten tanto las tareas de guion como las de dibujo. Una simbiosis que nos deparó, hasta el año 2005, toda una serie de aventuras emocionales en las que el universo de Jean se iba expandiendo, acrecentando, gracias a una serie de personajes secundarios que dotaban de más viveza y colorido la realidad del protagonista: Félix, Clément, Jacques… Una obra que fue creciendo a lo largo de los años y que recibió dos sonoros premios en tierras francesas: el Alph’Art en 1999 y el Gran Premio en 2008, ambos galardones entregados por el prestigioso Festival Internacional de Angoulème.

Si por casualidad, o por algún cataclismo inexplicable, no habéis podido leer ninguna de sus muchas historietas, ECC ha publicado un integral que es imprescindible tanto para aquellos que no conozcan esta magnífica obra como para aquellos que, simplemente, amen el cómic. Este enorme integral, en todos los sentidos, recopila, en sus más de 500 páginas, los siete álbumes que componen la historia personal, social y sentimental de Jean, junto con el especial La teoría de los solteros. Ocho álbumes, pues, que os harán descubrir a un autor parisino que, al inicio de esta obra, se nos muestra como un Don Juan, incapaz de alcanzar la estabilidad, pero que a lo largo de sus páginas y de los volúmenes compilados veremos cómo va cambiando con el paso del tiempo. Un retrato humano, veraz y, sobre todo, acompañado, como decía, de una serie de intrahistorias que sazonan el día a día de Jean: su relación de amor-odio con la portera de su edificio; la tambaleante vida personal y sentimental (¡ah! y laboral) de Félix; el incesante ligoteo de Clément; dos vagabundos que recorren las calles de París buscando un lugar para descansar… Todo un mosaico de pequeñas historias que nos muestran que cualquier historia personal, íntima, está compuesta de trazos de otros relatos, de esbozos que se cuelan tras el retrato principal.

Pero que nadie se piense que estamos ante una historia seria: contiene pinceladas de humor muy bien medidos, que ayudan a distender y a relajar las tensiones del día a día de los personajes con situaciones inverosímiles pero que dotan de variedad y diversión a un texto realista y costumbrista. Pero atención, porque también se cuelan, de manera inteligente, ciertos elementos del realismo mágico: algunos muertos están muy vivos en la mente de Jean y harán acto de presencia en su día a día. Y, por supuesto, en una versión que nos recuerda un tanto a los míticos personajes encarnados por Woody Allen, su propia psique, sobre todo a través de sus constantes sueños, nos harán vislumbrar a un personaje compuesto de muchas capas, que trata de vestir la realidad con sus fantasías y sueños.

Por todo ello, El señor Jean es un cómic imprescindible para todos aquellos que gusten de los retratos costumbristas, bien condimentados con ingredientes oníricos, mágicos y humorísticos, con un personaje atrayente y, ante todo, con un desarrollo muy bien trazado: veremos su evolución a lo largo de los años en los que transcurre el relato y, muy probablemente, cuando terminemos volveremos la vista atrás para ver de dónde partimos y dónde hemos acabado. Un viaje por la vida de Jean en el que, como todo gran trayecto, lo importante no es la meta, sino el camino recorrido. Y con Jean vamos a caminar muy bien acompañados.

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