Reseña: El Asco (Grant Morrison)

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Definirnos como personas es algo, que a priori, suele ser bastante fácil. Somos quienes somos, o por lo menos, quienes creemos ser. Esto es en parte gracias a nuestro día a día, nuestras experiencias y, sobre todo, a nuestros recuerdos. Pero si añadimos un elemento externo que nos haga dudar de alguno de esos condicionantes, la cosa cambia bastante. Se pasaría bruscamente al «¿Somos quienes somos? o ¿como dicen que somos?» y la cosa se suele complicar bastante. En principio está premisa ya nos sonara, pues la hemos visto reflejada en multitud de obras, tanto en la literatura como en el cine o la televisión. Y el punto de partida de «El Asco» es básicamente ese. Greg Feely es un triste ser humano, amable con sus vecinos, que cumple de manera sumisa su jornada laboral para volver a casa donde le la única compañía que le espera es la de su gato y poder disfrutar tranquilamente de su sana adicción a la pornografía. Así pasan sus días, con la calma y tranquilidad que solo puede aportar la monotonía de una vida gris. Greg Feely es quien él cree que es. Pero pronto «le descubren» que no es así. Greg es solo una personalidad inventada e inducida bajo la cual se esconde Ned Slade, el mejor agente de La Mano. Una agencia ultrascreta y transdimensional encargada de mantener el Status Q en la tierra a través de sus distintas divisiones y evitar así que la destrucción de la misma realidad o en palabras de la agente Miami «somos los encargados de limpiar el culo de la sociedad «. Pero Slade no termina de recordar, se resiste a creer lo que le cuentan y sigue queriendo ser el gris y aburrido Greg.

Pero el argumento del problema de identidad es solo la punta del iceberg de todos los temas que Morrison quiere tratar en su obra. Violencia, sexo, pornografía, esclavitud, depravación, sectarismo, religión… todo los temas que, aunque digamos que creamos que no, siguen siendo tabú en la sociedad. Todos ellos son llevados por el autor al extremo en las historias que nos cuenta «El Asco» para demostrar que la sociedad está enferma y que es imposible de curar pues el propio ser humano es a la vez virus y medicamento. Durante 13 números Slade/Feely será testigo de las mayores aberraciones que una mente humana es capaz de crear, ataques de espermatozoides gigantes, monos asesinos y comunistas, vida artificial, I-bots, vehículos mitad metal mitad orgánicos… todo tiene cabida en esta obra para el asombro tanto del protagonista como del lector. Todo enmarcado en un tiempo que no se define ni cómo pasado ni cómo futuro, en una realidad que se asemeja brutalmente a la nuestra o tal vez sea una de las múltiples posibles. Un mundo que estira y retuerce a voluntad del autor para demostrarnos una máxima, que nada es lo que parece y que solo una gota de agua es capaz de hacer desbordar un vaso.

Morrison usa todas las armas que conoce para sumergir al lector en el rio argumental de «El Asco» y no dejarlo salir de él, tanto si le gusta como si no, atrapado en las corrientes tumultuosas de sus continuas metáforas y referencias a la nuestra realidad. Es imposible dejar de leer gracias al ritmo narrativo del guion lleno de rupturas de la cuarta pared, reflexiones morales, intrigas y su sólido, potente y delirante argumento. Además cuenta con un Chris Weston que es capaz de plasmar con maestría las locuras que Morrison tiene en la mente y brotan de su pluma. El trabajo que aquí lleva a cabo trayendo este mundo hasta nuestras manos con todo lujo de detalles es hercúleo y su narrativa visual no tiene igual. No encontraremos dos páginas con la misma distribución de viñetas, todo pensado y planeado para que cada página, cada viñeta sea un golpe en el cortex frontal del lector con la única intención de licuar su cerebro y dejarlo manso y preparado para la siguiente locura que Morrison tenga preparada en la siguiente página de su guion. Genial, inmenso, impactante, bizarro… no hay adjetivos con los que podamos definir de manera exacta el gran trabajo de Weston.

No hay medias tintas con «El Asco»: sórdido, esquizofrénico, delirante, desconcertante, maravilloso, apasionante, épico, provocador... todos los adjetivos que se te vengan a la cabeza tienen cabida para describir la obra del escocés. Te podrá gustar o no, eso ya depende de cada uno y tengo que decir, en esta ocasión más que en cualquier otra, que esta obra no es para todo el mundo. Pero una cosa sí que tengo clara y es que una vez que empieces no podrás escapar de «El Asco».

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